En un ranchito hidalguense, ubicado en el pueblito Tezoncualpan, vivía una familia humilde que se dedicaban a la cosecha de maíz.
Una tarde de septiembre, las milpas se golpeaban entre sí por el fuerte viento que había. La familia convivía en el campo, pero debido a que se aproximaba una tarde lluviosa , decidieron resguardarse en su hogar.
José el padre de familia comenzó a meter en los corrales a sus animales: vacas, borregos, gallinas y cabras.
Una vez que el ganado estaba seguro, la familia podía descansar tranquilamente.
Durante la noche todos dormían, cuando de pronto Julia la madre, escuchó un estruendo en los corrales... Asustada se alistó para dar un vistazo.
Salió del rancho y se dirigió rápidamente hacía el lugar dónde se encontraría con la peor escena de su vida...
Con solo una vela, su blusón y sus chancletas, asustada y rezando un padre nuestro, se dio cuenta de que todas sus cabras habían sido asesinadas. Enojada y en busca de justicia, al dar la vuelta se percata de un animal sin forma, con espinas, gigantes dientes, brillantes y perturbadores ojos amarillos, que se reía de forma macabra y ¡salió corriendo de aquel lugar!
Julia se persignó una y otra vez, soltó un grito de terror y cayó desmayada. José al despertar por el grito y ver que su esposa no estaba a su lado, corrió hacía ella y la llevó a la habitación. Julia al despertar comenzó a explicar lo sucedido.
A la mañana siguiente, José y Julia se encargan de poner en alerta al pueblo, quiénes también fueron víctimas de desapariciones y pérdidas de ganado. Es así que le dieron el nombre de "Chupacabras", al culpable de aquellas muertes de animales y sustos de los campesinos.
Desde ese entonces, en muchos lugares año tras año sufren constantemente por las acciones de este desdichado ser.